jueves, 17 de noviembre de 2016

El Lobo Estepario de Hermann Hesse



Lo que me ha quedado del lobo estepario, este maravilloso libro que actúa como el último reducto ante la opción del suicidio, es la posibilidad de la vida y del disfrute de ella.

Este libro es pura alegría de vivir, partiendo del puro odio hacia lo que es considerado como vida. 

La historia de un hombre que vive una cultura y un arte ya extinctos, no encuentra consuelo ni belleza en el mundo presente, y vaga por las calles y los bares en busca de un motivo para vivir.

Creo que ilustra perfectamente este cambio de era, personificado en Harry Haller, un hombre que vive entre dos mundos, el instintivo y salvaje, de ahí lo de Lobo, y el refinado y culto, migrando de uno a otro.

Desechado hasta el último lazo humano que le quedaba, se pone en manos de la providencia, se deja guiar por los encantos de una joven, redescubriendo los placeres de la vida.

Nuevamente, el amor se impone al pensar. Guiado por la luz de los que llama inmortales (Mozart, Wagner...), él también quiere alcanzar la eternidad, la cuál piensa que alcanzará a través del pensamiento, alejándose así de la vida, de esa realidad sin la cual nada tiene sentido. 

La oposición entre la búsqueda únicamente de la eternidad, sin ninguna motivación en este mundo de hoy, la eternidad como un camino elegido e irresoluble, ese pacto con la muerte, y en el mundo de lo físico, de lo terrenal, de lo humano, de los placeres, del baile... dos mundos aparentemente opuestos, el del hombre y el lobo, pero que no se sostienen el uno sin el otro. Por un lado, el ser con grandes ideales y aspiraciones espirituales, por otro el animal salvaje y de puro instinto. Sólo aspirar a la eternidad y vivir pensando en ella pierde su sentido, pues vives una vida para morir, sin tomar la vida cómo es, un juego, comprenderlo, y hacer con ella lo que se requiere de ti. La naturaleza espiritual sólo tiene su sentido desde la propia vida, en la propia humanidad.

"To attain to this, or, perhaps it may be, to be able at least to dare the leap into the unknown, a Steppenwolf must once have a good look at himself. He must look deeply into the chaos of his own soul and plumb its depths. Man and wolf would then be compelled to recognise one another without the masks of false feeling and to look one another straight in the eye. Then they would either explode and separate forever, and there would be no more Steppenwolf, or else they would come to terms in the dawning light of humor. He may find in one of our magic theaters the very thing that is needed to free his neglected soul."

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